PRESENTACIÓN DEL ICONO DE LA MADRE DE DIOS
"REINA Y HERMOSURA DEL CARMELO”
Carmel de la Théotokos et de l’Unité – Harissa \ Liban
Este icono tiene una nueva composición y se adapta al misterio de la Madre de Dios "Regina Decor Carmeli", que intenta expresar; sin embargo, está construido sobre un tipo iconográfico tradicional: el de la Virgen “Muralla de la Ciudad”, venerado muy temprano en Constantinopla y conocido, más adelante, bajo la apelación de "Virgen del Signo" (véase, Isaías 7,12). Allí, la Theotokos está representada en actitud orante, llevando sobre su pecho “l’imago clipeata”, el icono escudo, con el Emanuel.
Integran la composición diferentes elementos simbólicos del cosmos y de la Biblia y sugieren las líneas maestras de su mensaje. La Madre de Dios se eleva sobre una nube por encima del mar. Detrás de ella, el Monte Carmelo está adornado de diferentes símbolos biblico-cósmicos. La figura central de la Madre de Dios, que prácticamente ocupa todo el espacio del icono, es simétrica: su estructura reposa sobre una cruz coronada de un triángulo equilátero. La cruz divide verticalmente el icono en dos partes iguales, en tanto que su eje horizontal parte de una a otra muñeca de la Virgen, el punto de intersección se encuentra a una duodécima parte de su estatura. Se puede trazar un triángulo equilátero de los extremos de la cruz a la coronilla la coronilla de la Virgen.
Esta estructura en punta de flecha sugiere un movimiento ascendente cada vez más glorioso, como procede para la que es Inmaculada Concepción y que ha sido llevada en una gloriosa Asunción.
Teológicamente, el icono se basa en una visión de la Fe. Esta visión no es una realidad palpable para conmover los sentidos, sino que ofrece signos que apuntan hacia lo Inaprensible. Se relaciona directamente con la tradición profética, de la cual Elías es el Patriarca y cuyo heredero es El Carmelo. Esta Fe, que los maestros de El Carmelo presentan como el único medio adaptado a la trascendencia divina y que permite unirse a ésta, nos ha sido transmitida por el Nuevo Adán y la Nueva Eva, Jesús y su Madre Primogénito de la humanidad nueva, creada según Dios en el Espíritu. ¿No es Jesús el "que inicia y consuma la fe?" (Heb 12,2); y María, ¿no es la bienaventurada "porque creyó" mereciendo así las arras de nuestra propia beatitud? Por lo demás, la Economía entera de la Salvación "la Obra de Dios" como dice Jesús, ¿no consiste en llevarnos a "creer en El que lo ha enviado"?
Esta es la perspectiva con la cual hemos de abordar un icono que quisiera condensar algo de la savia tan rica del Carmelo, que éste saca del misterio mismo de la Madre de Dios “Regina Decor Carmeli”.
Ahora, recorramos los diferentes elementos de la composición.
El icono ilustra un episodio bíblico: el "signo" de la lluvia que obtuvo Elías orando sobre el Carmelo, acurrucado en forma de de embrión, como para representar al hombre en su pobreza intrínseca. El icono representa ese "signo" según la exégesis carmelitana del pasaje bíblico. Como suele ocurrir en el Texto Sagrado, el signo de la lluvia no se refería únicamente a la que iba a hacer cesar la sequía, apuntaba a una realidad más alta, es decir. el nacimiento de una Mujer Inmaculada, a pesar de que salía del mar amargo y estéril de la humanidad corrupta. De esta "nube" brotaría la lluvia fecundante que es el Mesías.
Cabe notar que en el contexto de nuestro icono, la nube es una respuesta a la impotencia del hombre ante la sequía, la lluvia desciende para fecundar el desierto. De hecho, el desierto donde el hombre se encamina desde su exilio del paraíso es el lugar que sólo puede ser fecundado por la lluvia que "viene de lo alto". La tierra árida y cuyo seno está reseco espera su salvación del cielo. Esta lluvia simboliza la Palabra de Dios actuante y fecundante, sale de la Nube que es la Virgen a la sombra del Espíritu, nube calcada sobre la Nube. En el Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz es el viento "Austro" el que suscita la lluvia y simboliza el Espíritu Santo.
Sobre el icono, la Madre de Dios es "llevada" por la nube que la simboliza. Surge del mar, pero es para destilar sobre la tierra el agua dulce de la salvación. Observemos que, cuando el cielo y la tierra serán renovados y cuando las luminarias serán reemplazadas por la Luz divina, el mar es el elemento cósmico que ya no existirá en los siglos venideros (v. Ap 21,1). Tiene la misma suerte que las tinieblas y la noche. Esto confirma la exégesis carmelitana que ve en el mar el símbolo de la humanidad invadida por la corrupción y que sólo puede ser regenerada a partir de una "Inmaculada Concepción" de donde brotará el "Santo" Hijo de Dios. ¿No es el mar el hábitat del Dragón? Del mar también surge la Bestia que encarnará la acción del Dragón entre los hombres (v. Ap 13,1). El icono representa este mar como un abismo de trazos huidizos.
La nube contrasta con la oscuridad del mar y simboliza no sólo la pureza ontológica de la Inmaculada Concepción, sino también la integridad existencial de La que es la primera virgen consagrada al Señor, "en imitación de Elías" dirá muy audazmente la Institución de los primeros monjes. A causa de su consagración virginal, Elías es considerado el Padre de los monjes en general y fundador de los Carmelitas en particular. El Carmelo es, por su relación carismática con la Madre de Dios y el profeta Elías, un testigo privilegiado de la misión profética inherente al estado de virginidad consagrada, por vocación manifiesta en la Iglesia las últimas consecuencias de este estado que anticipa la era escatológica.
La Madre de Dios aparece en el icono como el "signo" por excelencia revelado a los profetas y propuestos a nuestra Fe. El pasaje bíblico de la pequeña nube no es episódico en el Carmelo. Pertenece a la vena carismática más profunda: la que quiere que el carmelita sea "hijo de los profetas”. Ahora bien, no es profeta quien predice el futuro, sino que el verdadero profeta es el que recibe la Revelación de parte de Dios y transmite el oráculo en su nombre. Esta Revelación tiende totalmente hacia el Cristo. Nuestro Padre san Juan de la Cruz lo recordará con fuerza: Él es la llave y el contenido último de toda profecía. En el icono, el Emanuel sostiene el rollo de las profecías, de las cuales Él es el cumplimiento, Él, el Amén de Dios.
El Carmelo es el heredero carismático del profeta Elías; él es, por el hecho mismo especialmente vinculado a la "Venida de Cristo", cuyo precursor fue Elías. De esta venida, María es la Puerta, el Trono y el Carro, siguiendo la simbología de los Padres de la Iglesia. Así pues, no es por casualidad que la filiación eliánica del Carmelo –vinculada al episodio de la nube, está como coronada por una referencia nueva de la Madre de Dios: “Totus Marianus est Carmelus”.
La que es todo para el Carmelo aparece en el icono revestida del hábito carmelitano, heredero de la vestimenta de pieles de los profetas y padres del desierto. Esta semejanza en la librea sugiere una identidad común de vida y de vocación. Los carmelitas muy pronto expresaron esa realidad, llamando a la Virgen "Nuestra Hermana Mayor" Los eremitas del monte Carmelo exiliados en Europa fueron criticados violentamente por osar llamarse "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo". Fue la Madre de Dios misma quien confirmó la Orden naciente en este impulso carismático a "semejarse" a su Misterio. Por así decirlo, ella adoptó el Hábito de los carmelitas, o más bien, manifestó que era suyo, devolviéndoselo a ellos encargado de una función casi sacramental. Ella dijo a san Simon Stock en la célebre aparición: "Recibe este escapulario. He aquí el privilegio que te doy, a ti y a todos los hijos del Carmelo. Quienquiera que muera revestido de este Hábito será salvado".
Era el 16 de julio de 1251. En el icono, la Reina del Carmelo nos da ese Escapulario en el mismo movimiento de intercesión que lo ha arrancado del Corazón de Dios como prueba suprema de su solicitud materna por la salvación de cada uno de sus hijos.
El sayal marrón del vestido y del escapulario que lleva la Virgen está caracterizado por una sobriedad casi austera. Salvo en el pecado, esto expresa la participación de la Virgen en todos los estados del hombre caído. Como Cristo, Cordero que carga el pecado del mundo, María tuvo el corazón traspasado ante la contradicción sufrida por su Hijo por parte de los pecadores. Ella ha vivido el "desierto" de la Fe. La capa blanca cuyo resplandor contrasta con la sobriedad del vestido simboliza los privilegios que María ha recibido de Dios y con los cuales ella adorna a sus hijos como Madre de la gracia.
Los trazos del vestido y del escapulario son discretos y tranquilos, los del manto son fogosos y decididos. La masa de pliegues del manto sobre el pecho se vierte como una cascada en dirección del Emanuel. Él es verdaderamente el centro desde donde todo parte y a donde todo refluye. Esa es precisamente la función de la Madre.
Cabe notar que el vestido y el escapulario están realzados por veladuras azules. No es mera coincidencia, desde la antigüedad, el color azul ha sido considerado color que expresa la impenetrable trascendencia divina. Esta trascendencia implica de parte del hombre un enfoque apofático de Dios. Sólo se puede conocer de Dios, lo que Él no es, lo que Él es por esencia es inefable, incomunicable, e inaprehensible si no es por la Fe. Así pues, María está como iluminada por esta Fe con la cual ella esperó y acogió el don de Dios en el desierto de su vida terrestre. Esta luz brota de su vida interior, entregada totalmente, pero Ella también la envuelve enteramente.
El manto blanco está adornado también con los reflejos de la Fe. Un fino trazo de plata (trabajado con la técnica "assist) le da una luminosidad que refleja como la luna llena. En la simbología bíblica y sanjuanista, la plata significa la Fe. El doctor místico habla en el Cántico Espiritual de las superficies plateadas de la Fuente cristalina que simbolizan la vida de Fe. El manto de María, que ella abre como una tienda para proteger a sus hijos está tejido de esta Fe que ella transmite a los que siguen sus huellas. Haciendo eco a la voz del Padre: “Este es mi Hijo Amado, escúchenlo", ella completa la consigna divina de la Fe con estas palabras: "Hagan todo lo que él les diga". Escuchar la Palabra, acogerla, ponerla en práctica: he ahí el camino de la verdadera mística cristiana, la que llega por la unión transformante a la deificación del hombre.
En el icono, la Santísima Madre de Dios lleva al Emanuel, "Dios con nosotros" y aparece como el Trono, mejor, como la verdadera Ciudad de Dios vivo que Ezequiel llamará "Dios está aquí". Notemos que solo el Emanuel esta vestido de oro. La virgen solo tiene oro en las bandas ornamentales que subrayan su pertenencia a la Orden hipostática mediante su función de Theotokos y sobre su calzado que la iconografía bizantina siempre le ha hecho llevar, pues muestra que ella es la Reina que siempre tiene acceso ante el Rey de Gloria, no como Moisés que debía descalzarse antes de pisar la tierra sagrada: ahora bien, maría es la Tierra sagrada por excelencia donde habita Dios y de donde Él surge como Sol de Justicia. Recordemos que el oro es el color del sol y simboliza la Gloria y la Majestad real de Dios. La relación privilegiada con la Humanidad de Cristo será vivida por el Carmelo, en imitación de la Nueva Eva, y en la estela de Elías- como una comunión efectiva con el devenir escatológico del Nuevo Adán.
La pequeña gruta de forma cuadrada a nuestra izquierda simboliza la noche de los sentidos. Situada en lo bajo de la montaña, es el primer crisol donde la plata, es decir nuestra Fe, será purificada, gracias a la reforma de las facultades sensitivas. Esta noche puede compararse a la que atravesó la Virgen durante la primera ausencia o eclipse de Jesús, perdido tres días y tres noches en el "laberinto del Templo", según la expresión de Filoxeno de Mabug. También se puede compararla con el sacrificio de Elías en el Carmelo, quien, por el fuego del cielo, probó que Yahvé es Dios y restableció la Fe de Israel. Es esta Fe la que, en el proceso de purificación del hombre, engendrará la noche total.
La noche total o las tinieblas de medianoche (Subida 1; cap. 2,5) está representada por la gran gruta a nuestra derecha, de forma triangular. También tiene significado por la ausencia de reflejos plateados sobre los faldones internos del manto de la Virgen, los que están más cercanos de la austera zona marrón realzada de azul.
Entre las dos grutas, está la cuesta escarpada del Monte Carmelo que sugiere una subida animada por la Esperanza, que sola, engendra el despojo total, la Nada. Después de cuarenta días y cuarenta noches -que significan la plenitud del tiempo de la prueba o de la espera- como Elías, el alma entra en esta gruta de piedras.
Por encima de la pequeña gruta de la izquierda, vemos un árbol cuyas hojas en forma de llamas están dirigidas por un viento invisible hacia la cumbre de la montaña. Este árbol, un terebinto, simboliza el alma cambiada por el Espíritu; echa sus raíces en las profundidades de la gruta.
Por encima de la gruta de la derecha, vemos también un árbol, es la cruz, verdadero árbol de vida, signo de la victoria del amor sobre todas las formas de muerte. Recordemos que la manera habitual de designar la cruz en griego es llamarla “to xylon” –la madera, el árbol- y no “o stavros” la cruz. La cruz, árbol de vida es prueba de la vuelta al Paraíso perdido, su fruto es la gloria, la vida eterna.
La noche del espíritu es el crisol de oro, es decir, de la Caridad que invade la sustancia del alma y la transforma en Dios-Amor. En Él, el alma es todo y tiene todo. Esta caridad aparece en el centro de la gruta, bajo al forma de estrella, símbolo real, centelleante como el fuego.
La Cruz en el icono está rodeada de dos estrellas de plata. Simboliza la Fe y al Esperanza que sirvieron para atraer el alma hacia lo alto, hasta la consumación de la Alianza donde sólo subsistirá el Amor. Por esta razón, la estrella que simboliza la caridad es de oro, las dos otras, de plata.
Así pues, el icono de Nuestra Señora “Regina Decor Carmeli” hace converger y culminar estos elementos simbólicos en el símbolo oficial del Carmelo que es su blasón.
El icono nos presenta a la Virgen María como Testigo por excelencia. Ella que "guardaba todas esas cosas en su corazón", viene a nosotros en la plenitud de su misterio de nueva Eva en simbiosis con los estados existenciales del Nuevo Adán y llama a sus hijos a seguirla en esta gloriosa carrera del Amor, fuente de gloria.
Hacia esas alturas nos atrae la pequeña nube avistada por Elías en el Carmelo. Que la contemplación del icono de la Virgen “Regina Decor Car-meli” suscite en muchos corazones la Fe de la Virgen fiel, quien supo reconocer la Venida del Señor y lo acogió transformándose así en la Madre fecunda llevada a la gloria por el honor del Esposo y la Gloria del Padre. En esta montaña –dice el dibujo simbólico de la Subida del Carmelo- residen Solos el honor y la Gloria de Dios.
Miniaturas
Nuestro Padre San Elías.
Vemos a Elías en su cueva que contempla el nubarrón. La Madre de Dios aparece sobre el icono porque Ella es el signo por excelencia revelado a los profetas y propuesto a nuestra fe. El Carmelo, por vocación, está revestido del espíritu profético de Elías. El fundador del Carmelo, según la tradición carmelitana, es Elías el profeta " el que es consumido ardientemente por un celo de la gloria de Yahvé Sabaot " es también el que divisó en el nubarrón la imagen de la Virgen Madre por la que vendría la salvación sobre el mundo. En el Monte Carmelo y a lo largo de los siglos el culto del profeta Elías ha permanecido vivo. Es verdad que desde el principio ha sido considerado por todos como el Padre e incluso el modelo de los ermitaños. Esta tradición se mantuvo fuertemente en las laderas del Monte Carmelo donde pequeños grupos de solitarios en el curso de los siglos trataban de llevar una vida de silencio y de retirada total del mundo.
El profeta Eliseo.
¿Elías dice a Eliseo " Que puedo hacer por ti? Y Eliseo le responde: " que me vuelva una doble porción de tu espíritu”. El espíritu doble del profeta, el espíritu de acción y de contemplación pasó en línea directa a Eliseo y a todos a los que con él habitan el Carmelo. Sobre el icono vemos a Eliseo con el manto de Elías entre las manos que divide las aguas del Jordán en dos. Este signo no fue nada más que la confirmación a los ojos de los otros profetas que Eliseo había heredado ciertamente una parte doble del espíritu de Elías. Es entonces cuando los hermanos profetas vinieron a su encuentro y se prosternaron a tierra ante él. Por tanto este doble espíritu es pasado a Eliseo y a todos estos profetas que con él habitan en el Monte Carmelo, y esto no sólo en el tiempo de la Antigua Alianza sino también a lo largo de la Nueva (conf. P. Silverio).
San Juan Bautista.
"En verdad os digo, que entre los nacidos de mujer, no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista. Todos los profetas en efecto, así como la Ley llevaron sus profecías hasta Juan. Y si queréis creerme, es este Elías que debe volver. "Jesús mismo atestigua esta similitud tan estrecha que existe entra Elías y Juan y confirma así que verdaderamente es de la descendencia de Elías. Juan desde el seno de Isabel supo reconocer en María la portadora de la Salvación, se estremeció de alegría en el pecho de su madre a la que el Espíritu Santo reveló que se encontraba delante de la Madre de su Señor. Así como Elías, él pudo ver no a través del nubarrón sino a través de María misma la salvación ya presente entre nosotros. Es él el que se regocija, porque " quien tiene la esposa es el esposo [1], pero el amigo del esposo que está allí y que le oye está encantado de la alegría a la voz del esposo. Tal es mi alegría y es completa". A Juan el profeta se le concedió el gozo de preparar los caminos del Señor y de verlo. Pero como todo profeta tuvo que pasar por su noche oscura y envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si verdaderamente era él el que debe venir. También tuvo derecho a su recompensa de profeta que no es otra que el martirio.
Juan el predilecto
El Bautista designó a Jesús con el dedo diciendo: "He aquí el Cordero de Dios". Dos de sus discípulos de Juan a partir de este día siguieron al Señor. Desde el principio como discípulo del Juan el Bautista está insertado en esta línea de los que esperaban al Cristo haciendo suyas las indicaciones de Juan que invitaba al arrepentimiento y a la conversión. Como Elías y Juan, fue el discípulo virgen que pudo así seguir a su Maestro sin división hasta el pie de la Cruz. Es allí donde recibió las últimas palabras de Su Divino Maestro y donde se convirtió en hijo de María: " Mujer he ahí a tu hijo " " He ahí a tu Madre ". Desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de haber reposado en el Corazón del Maestro, en la escuela de María él aprendió a vivir en la Fe más pura los misterios propuestos por ella y transmitió a toda la Iglesia el mensaje del Maestro que había meditado a la sombra de la Toda Santa en el silencio y la contemplación.
San Bertoldo de Mallfaye.
En 1185, Phocas, peregrino griego peregrinaba en Tierra Santa, señala en el Monte Carmelo una capilla reconstruida por un santo varón venido de Calabria que agrupó a una decena de hermanos alrededor de él. El mismo peregrino añade: ' viene luego el Monte Carmelo del que se ha hablado tan a menudo en la Escritura. La montaña se eleva al borde del golfo que dobla su curva entre Ptolémaïs y Caïfa; prolonga hacia atrás sus últimas estribaciones hasta los límites de Galilea. En la extremidad del promontorio que mira al mar, vemos la cueva del profeta Elías. En este lugar hubo en otro tiempo un gran edificio cuyas ruinas todavía existen; el tiempo que no ahorra nada y las invasiones del enemigo lo devastaron casi totalmente.
Desde hace poco del tiempo un monje con canas, revestido de la dignidad sacerdotal y venido de Calabria, fijó su morada, después de una visión del profeta Elías, en las celdillas del monasterio; construyó allí una pequeña muralla con una torre y una capilla, y reunió cerca de diez hermanos alrededor de él. ".
Jacques de Vitry, obispo de San Juan de Acre, menciona por otra parte en su historia redactada en 1200: " Hombres santos… a ejemplo de este hombre santo y solitario, el profeta Elías, vivían sobre las pendientes del Monte Carmelo y principalmente en esta porción de la montaña que domina la ciudad de Porfiria, hoy llamada Jaifa cerca de la fuente de Elías, viviendo en los peñascos de pequeñas celdas, y como las abejas del Señor, haciendo de la miel una dulzura. " Parece que este hombre con los cabellos blancos no sería nada menos que San Bertoldo de Malifaye, sobrino del patriarca latino de Antioquia Aymenc de Mallfaye que habría redactado una regla de vida para estos habitantes de las ermitas del Monte Carmelo.
San Brocardo.
Entre 1207 y 1214 los ermitaños que continuaban viviendo en estos lugares tenían como líder a Brocardo. Éste pidió a San Alberto, Patriarca de Jerusalén redactar para sus hermanos una regla que confirmaría su género de vida y un reconocimiento oficial de la autoridad eclesiástica.
San Alberto de Jerusalén.
San Alberto vivió en Italia hacia mediados del siglo XII. Elegido prior de los canónigos regulares de Santa Cruz de Mortara en 1180, fue nombrado obispo sucesivamente de Bobbio, Vercelli y finalmente fue designado para la sede patriarcal de Jerusalén. Es bueno mencionar que participó en la elaboración de las reglas de varios institutos religiosos. Sin formar propiamente parte de la Orden del Carmelo San Alberto desempeñó allí un papel preponderante invitando a los Hermanos del Monte Carmelo a vivir " En Obsequio de Jesucristo” ". Redactó la Regla conformándose a la tradición multisecular de estos ermitaños poniendo en ello un sello personal. San Alberto murió en San Juan de Acre asesinado a golpe de cuchillo por el Maestro del hospital del Santo Espíritu que é había depuesto y públicamente reprimido.
San Simón Stock
“ Flor del Carmelo " este himno de acción de gracias a la Reina y hermosura del Carmelo brota del corazón de este hijo del Carmelo después de haber recibido el don inapreciable del Santo Escapulario. Va de sí lo que no es por casualidad el ver a San Simón Stock colocado al nivel de la mano derecha de María que le ofrece el Santo Escapulario a este general de la Orden que se encontraba entonces enfrentándose con toda la Orden de los Hermanos de la Virgen con dificultades inmensas y en fin con tantas incomprensiones. Simón Stock es uno de estos ermitaños del Monte Carmelo quien con el Prior General Alain el Bretón se embarcaron para Europa en el momento de la invasión sarracena. Volvió a su tierra natal a Inglaterra con este grupo. Fue nombrado luego Prior General de la Orden. Aunque reconocido por la autoridad pontificia la resistencia contra esta nueva Orden fue tremenda. Mientras la Orden se encontraba en una situación casi desesperada, fue entonces cuando intervino personalmente la Madre de Dios. Fue durante el generalato de san Simón Stock cuando se propuso una adaptación de la Regla al nuevo contexto de vida en Occidente.
Santa Teresa
Nuestra madre santa Teresa le gustaba recordar a menudo que los carmelitas y las carmelitas eran totalmente hijos de María. Sobre el pergamino que lleva podemos leer " que todo sea para el Servicio del Señor y el honor del Hábito de Su Madre". Quería que sus hijas e hijos fueran verdaderamente conscientes de la gracia inmensa que les fue hecha de llevar el Hábito de la Madre de Dios signo de salvación. Pero este privilegio requiere una respuesta de quienes gozan de él: la exigencia de una vida que se debe parecer tanto como sea posible a la de la Reina del Carmelo " de la que llevamos el Hábito”. Llevando este Santo Hábito " somos llamadas en efecto a la oración y a la contemplación " en el silencio y la soledad a ejemplo de la Madre de Dios. A lo largo de sus escritos y a lo largo de sus cartas Nuestra Santa Madre no deja de recordar que pertenecemos a la Orden de la Virgen: "No tengo otro remedio si no el de fiarme de los méritos de Su Hijo y de la Virgen Su Madre de la que nosotros llevamos el hábito aunque seamos indignos de llevarlo "
San Juan de la Cruz
"La Gloriosísima Virgen María fue totalmente movida por el Espíritu Santo ".
Según nuestro Santo Padre, María es el modelo perfecto de esta disponibilidad perfecta en todo lugar y en todo tiempo a las inspiraciones del Espíritu Santo. Esto podrá ser posible sólo pasando por purificaciones profundas que dispondrán al alma a actuar según Dios y no según sus gustos y fantasías. Es sólo en la desnudez del espíritu pasando por las nadas cuando podemos subir las pendientes del Monte Carmelo y alcanzar la cumbre donde reina sólo la Gloria de Dios. Así como María nuestra Madre y modelo" que jamás tuvo en su alma la impresión cualquiera de una criatura que pudiera desviarle de Dios " estaremos totalmente disponibles como Ella para las inspiraciones del Espíritu Santo".