Page d'accueil Nos saints
Isabel de la Trinidad, discípula e intérprete de san Juan de la Cruz (Part II).
Isabel de la Trinidad, discípula e intérprete de san Juan de la Cruz (Part II).

Écrit par P. Jean Abdou OCD

4- Originalidad y novedad

Con frecuencia encontramos autores que se preguntan sobre la originalidad de la doctrina de Isabel de la Trinidad. En el estado actual de los estudios, la respuesta parece estar ya fuera de toda duda. Recojo algunos testimonios en los que apreciamos diferentes matices:

1- Max Huot de Longchamp: «Estaba hecha para dar una nueva actualidad a la obra de san Juan de la Cruz, aunque la providencia decidió que no dejase más que unos comentarios, primerizos del todo […] No lamentamos nada, los jóvenes han nacido para embelesarnos más que para enseñarnos, y los reflejos de san Juan de la Cruz en la sonrisa de Isabel no son más que un destello añadido e inédito que ella confiere a la obra del Doctor Místico»1.
2.- Alfonso Aparicio: «Cuando ella recoge conscientemente ideas y categorías mentales ajenas, cuando emplea una terminología aprendida en los autores que ha leído para manifestar el sentido que tiene el ser alabanza de gloria en el ministerio de la Iglesia, sabe dar a todos esos elementos una fuerza personal nueva, un significado nuevo y una densidad de contenido propio, a veces superior al que ellos poseen. Isabel es hija de la Gracia, no es un teólogo. Nunca se propuso expresar en términos teológicos las realidades sobrenaturales personalmente vividas […] Su misión en este mundo fue vivir la vida sobrenatural, la vida de la gracia de una manera propia, conforme a la vocación eterna que Dios le había designado. Ella lo ha conseguido haciendo de la inhabitación trinitaria el centro de su vida y realizando en la Iglesia su carisma personal de Alabanza de esa misma Trinidad»2.
3- Daniel de Pablo Maroto: «Isabel cita las fuentes “a su manera”. A veces las cita materialmente, otras son puras resonancias de temas y doctrinas con los que siente una especial empatía. Leyendo sus escritos, alguna vez he recibido la impresión de que ella oye una melodía, la memoriza y le pone acordes de acompañamiento, estribillos, crea variaciones sobre el mismo tema. Y aun a veces ella es capaz de crear una sinfonía musical propia, tantas han sido las intervenciones sobre la partitura original. Las notas oídas quedan lejanas, las nuevas le brotan del interior, como nacidas del enamoramiento, la fe, la esperanza, la confianza, el deseo de victimarse con Cristo»3.
Ciertamente, cada santo es portador de un mensaje especial. Dios es el verdadero maestro de Isabel; la doctrina teresiano-sanjuanista y la espiritualidad carmelitana son mediaciones que entran dentro del plan divino. Por ello podemos decir que ha vivido y traducido los elementos más fundamentales de este carisma con una especificidad muy característica: ser alabanza de gloria de la Santísima Trinidad.

5- Isabel de la Trinidad, discípula de Juan de la Cruz

El camino espiritual de Isabel de la Trinidad estuvo muy influido por la vida carmelitana en general. Mucho antes de su ingreso en el Carmelo, era ya profundamente carmelita. A su entrada en el convento a los 21 años, Isabel había asumido sus cualidades espirituales, el estilo de vivir el silencio, el recogimiento y la oración, en la pequeña habitación de su corazón, tratando de parecerse en lo posible a santa Teresa del Niño Jesús, a santa Teresa de Jesús, pero sobre todo a san Juan de la Cruz.
En una carta enviada a una amiga de la infancia, Isabel describe con entusiasmo extraordinario el ambiente del Carmelo y dice así: « ¿Conoces a san Juan de la Cruz? ¡Es nuestro padre, ha ido muy lejos en las profundidades de la divinidad! […] Escucha lo que nos dice nuestro padre san Juan de la Cruz, y por consecuencia, también tu padre, porque eres completamente mi pequeña hermana» (Cta. 136).
Sabemos que Isabel no leyó las obras de «su querido padre» antes de febrero 1902. Su encuentro existencial con él tuvo lugar en la vigilia de su entrada en el Carmelo, cuando Mme. Rostang y su hija Yvonne le ofrecieron el tercer volumen de la Vida y Obras de San Juan de la Cruz, que contenían la Subida del Monte Carmelo y la Noche Oscura. La primera referencia de Isabel a san Juan de la Cruz se remonta al 10 de febrero de 1902. Agradeciendo a Mme. Bodet las obras completas del Santo, que incluían al Cántico Espiritual y la Llama de Amor Viva4. Escribió: «No sé cómo agradecerte, me has mimado mucho, ¡si supieras cuánto placer me has hecho! He deseado mucho tener este bello Cántico de san Juan de la Cruz, y ahora regalado por ti con este bellísimo pensamiento en la primera página, me es doblemente precioso. Está aquí muy cerca de mí, sobre la mesa, en mi querida pequeña habitación» (Cta. 106).
A partir de este encuentro, es cuando Juan de la Cruz se convirtió para Isabel en «nuestro Padre» (Cta. 136), pero sobre todo en su «querido padre»5. La doctrina de san Juan de la Cruz empieza a ser la base de su relación con Dios. En efecto, Isabel dice: « ¿Sabes que san Juan de la Cruz es todo el alimento de mi alma?» (Cta. 241). Y dirigiéndose a un novicio carmelita, añade: «San Juan de la Cruz, nuestro amado Padre, ha escrito aquí páginas divinas, en su Cántico Espiritual, y su Llama de Amor Viva; este libro muy querido para mí, crea una alegría en mi alma, que encuentra en él un alimento sustancial…» (Cta. 299). De la misma manera le agradece a Mme. Hallo «las máximas de nuestro padre san Juan de la Cruz, que hacen la delicia de mi alma. ¡Qué tesoro me has enviado y qué contenta estoy de tenerlo entre mis manos, de poder escrutar en él todas mis necesidades!» (Cta. 289).
En carta del 20 de agosto de 1903, Isabel revela a su amiga Germaine de Gemeaux, que tenía quince años y aspiraba a convertirse en religiosa, «el santuario íntimo» que invadirá toda su vida. La anima a hacer siempre la voluntad de Dios sin pretender cosas extraordinarias y, siguiendo a la pequeña Teresa del Niño Jesús, Isabel anima a su amiga a ser pequeña, dejándose llevar «como el niño en los brazos de su madre» por aquel que es todo para nosotros. «Le gusta mucho perdonarnos, levantarnos y, después, llevarnos en él, en su pureza, en su santidad infinita. Es así, como nos purificará con su contacto continuo, por los toques divinos» (Cta. 172). Es a Juan de la Cruz a quien estas últimas palabras se refieren. Isabel, acordándose de otras expresiones del autor del Cántico Espiritual o bien de la Llama de Amor Viva, sigue diciendo en su carta: «Debemos dejarnos transformar en su imagen, y esto simplemente, amando todo el tiempo de este amor que establece la unión entre aquellos que se aman».
Inspirándose en la estrofa 34 del Cántico Espiritual, dice de sí misma: «Sí. He hallado a aquel a quien ama mi alma, al único necesario que nadie me puede arrebatar» (Cta. Al Sr. Angles: septiembre de 1902). Asimismo afirma que a Dios no le agrada nada que no sea el amor (Cta. a la Madre Juana del Smo. Sacramento, mayo de 1906: C 28, 1) para convertirse en «su esposa», que «vivo en el cielo de la fe, en el centro de mi alma y procuro complacer al Señor siendo ya en la tierra alabanza de su gloria» (Cta. a la Madre Juana del Smo. Sacramento: mayo de 1906). Este cielo «en calma, tachonado de estrellas» y «en soledad sonora» (Cta. a sus tías, señoritas Rolland: 9 de abril de 1904: C 15), a través de «una mirada», «un deseo», se convierte «en una oración irresistible que todo puede conseguirlo, porque es Dios, por decirlo así, quien se lo ofrece a Dios» (Cta. al P. Baubis, 22 de junio de 1904: L 3, 78). Y ello porque «el amor se paga solamente con amor» (Cta. a su hermana Margarita Catez: 12 de noviembre de 1904: C 9, 7).
Todo ello ayudará a sor Isabel a comprender también cómo «la Cruz es la herencia del Carmelo» (Cta. a la señora Angles: 14 de agosto de 1904), ya que «seremos juzgados por el amor» (Cta. a la señora Angles, marzo 1905: Av. 57). No en vano su amiga Antoinette de Bobet le había dedicado las Obras de san Juan de la Cruz con estas palabras: «Jesús nos dio la Cruz para que la Cruz nos done al Amor». Y es que sor Isabel llegó a la convicción de que la «transformación» debe pasar por «el fuego devorador» para poder ser «alabanza de la gloria del Padre» en esa «actitud de adoración» que, cual río caudaloso, alegra la ciudad de Dios» (Últimos ejercicios espirituales, agosto 1906, día 8). Por ello afirmará: «Mi sufrimiento es entonces un mensaje que transmite la gloria del eterno, porque, como dice san Juan de la Cruz, “cada uno es el otro y entrambos son uno”» (C 12, 7).
La beata Isabel de la Trinidad, en sus recursos a san Juan de la Cruz, destaca sobre todo el Cántico Espiritual. Toda su vida carmelitana será un recorrer el camino trazado y descrito por Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual: desde la «búsqueda del Amado» (Cta. a Germana Gémeaux: 14 de septiembre de 1902: C 1, 7), hasta el momento en que el alma, reposando en el seno de la Trinidad, aspira el Espíritu Santo (Cta. a Andrés Chevignard: 28 de noviembre de 1903: C 13. 22. 39, 3), en la pacificadora certeza de ser «morada de Dios».



1 M. H. DE LONGCHAMP, «Isabel de la Trinidad, lectora de san Juan de la Cruz», en J. CLAPIER, (dir.), La aventura mística de Isabel de la Trinidad, Monte Carmelo, Burgos 2007, 123.
2 A. APARICIO, «Introducción», en Obras Completas, Monte Carmelo, Burgos 20046, 50.
3 D. DE PABLO MAROTO, «Introducción a las fuentes doctrinales de sor Isabel de la Trinidad»: Revista de Espiritualidad 65 (2006) 199.
4 En efecto, «Sr Elisabeth si servì molto di questo libro. Vi è stato trovato dentro un foglio su cui erano segnati di sua mano i numeri di diciassette pagine della fiamma viva, accompagnati, nove volte, da una lettera o da un segno che certo dovevano ricordare, per lei sola, il pensiero dominante che l’aveva colpita e di cui si può cogliere l’eco in alcune lettere scritte in seguito» (M. D. POINSENET, Questa presenza di Dio in te, Ancora, Milano 1971, 208).
5 Cf. Cta. 131.

Saint
Joseph Epoux de la V. Marie

Sainte
Thérèse de Jésus (d’Avila)

Saint
Jean De La Croix

Sainte
Thérèse de l’Enfant Jésus de la Sainte Face

Sainte
Thérèse-Bénédicte de la Croix

Sainte
Marie de Jésus Crucifié

Sainte
Elisabeth de la Trinité

Bienheureuse
Thérèse Marie de la Croix

Saint
Raphael Kalinowski

Bhx. Fr.
Marie-Eugène de L'Enfant Jésus

Autre Saints

les Saints du Carmel

Carmel Kids