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Isabel de la Trinidad, discípula e intérprete de san Juan de la Cruz. (Part III)
Isabel de la Trinidad, discípula e intérprete de san Juan de la Cruz. (Part III)

Écrit par P. Jean Abdou OCD

6- Con san Juan de la Cruz

Una primera lectura de los escritos de la beata Isabel de la Trinidad nos hace ver ya la presencia de la doctrina de fray Juan de la Cruz, una presencia que va más allá de términos y conceptos.
- El primer acercamiento se produjo en el locutorio del convento, en las conversaciones con la entonces priora María de Jesús, en el año 1900.
- En 1899, Isabel lee Historia de un alma, obra en la que santa Teresita manifiesta bien a las claras su aprecio por fray Juan de la Cruz: «¡Cuántas luces he sacado de las obras de nuestro Padre san Juan de la Cruz […]! A la edad de 17 y 18 años, no tenía otro alimento espiritual» (Manuscrito A 83 r).
- El padre Vallée, presente en sus comienzos como carmelita y conocedor del Doctor Místico, pudo también hablarle e introducirla en su conocimiento. Este padre tiene publicados los sermones que predicó los días 22-24 de noviembre de 1891 en el Carmelo de Caen con ocasión del Centenario de la muerte1.
- Antes de entrar en el Carmelo2 había recibido como regalo de sus amigas de Rostang el tomo III de las Obras de san Juan de la Cruz, que contenía el tercer libro de la Subida y la Noche oscura. No hay constancia de que lo leyera antes de la toma de hábito; además, un simple examen ocular muestra que apenas está usado.
- El 1 de febrero de 1902, cerca de sus 22 años, a los seis meses de haber entrado en el Carmelo y dos de la toma de hábito, escribe una carta a su amiga la Sra. Antonieta de Bobet. En ella le agradece un regalo muy deseado: «No sé cómo darle las gracias. Realmente me ha mimado. ¡Si supiese qué alegría me ha dado! Tenía muchas ganas de este bello Cántico de san Juan de la Cruz, y dado por usted, con su hermosa sentencia de la primera página, me lo hace doblemente precioso» (Cta. 106). Es uno de los pocos libros que quiso tener en su celda. Lo que sor Isabel descubre de esencial en Juan de la Cruz se debe a una lectura personal de este volumen.
- El aprecio que le profesa la llevó a convertirse en propagandista e intérprete insigne de la doctrina del primer descalzo con su hermana Margarita, a la que en agosto de 1905 presta esta obra: «Estoy muy contenta de que te guste san Juan de la Cruz; estaba segura. Conozco a mi hija» (Cta. 239). Posteriormente se lo reclamará para la composición de sus «Trataditos».
- Al final ya de su vida, en junio de 1906, otra amiga, la Señora Hallo, le regalará los Dichos y Avisos espirituales exponiendo en la carta de agradecimiento el gusto que le produjo: «Gracias también por las Máximas de nuestro Padre san Juan de la Cruz, que hacen las delicias de mi alma» (Cta. 289).

7- Doctrina recogida

A este respecto, conviene advertir dos cosas:

1- En primer lugar, está claro que Isabel de la Trinidad reconoce a Juan de la Cruz un magisterio fundamental. Solo hay que fijarse en cómo se refiere a él: «Como dice […]», «Como afirma […]», «de lo que habla […]», «escucha lo que nos dice […]», «como tú lo verás en […]».
2- En segundo lugar, Isabel tiene en sus manos una edición distinta de las que nosotros manejamos actualmente; bien escrita, pero traducida libremente por las Madres de París. Y es ahí donde Dios se le ha manifestado. Por tanto, hay que evitar el riesgo de ver influjos que ella no sintió y, al revés, de no apreciar lo que si dejó huella en ella.
Expongo muy brevemente los temas de mayor resonancia en Isabel que fue enriqueciendo con el paso del tiempo:
- Conceptualización de Dios como centro del alma. En él hemos de centrar nuestra vida. El camino para llegar a ese centro es el de la fe (la fe como pies para ir a Dios) y, sobre todo, el del amor y del desprendimiento, elementos que van a constituir la alabanza de gloria. De esta vivencia se desprende una seguridad que nada ni nadie te puede dar, incluso en medio de las pruebas.
- Unión de amor con Dios que iguala y trasforma (últimos capítulos de Cántico). Son los pasajes más audaces de san Juan. El amor y la unión también se extienden a las demás almas. En este apartado habría que incluir: los toques de amor, la ciencia de la Cruz (Jesucristo, es el crucificado por amor).
- Todo lo que tiene que ver con el Carmelo que une al descubrimiento de su vocación específica, la alabanza de gloria y que terminan identificándose. Otros puntos: la cruz como herencia, la oración como esencia, vivir con él y en él –inhabitado y sumergido en él- la soledad del alma y la separación del mundo, la invitación a entrar en el interior recogimiento.
- La muerte como ruptura del velo de Dios en la tarde de la vida.
Si queremos buscar los textos que con más probabilidad estructuraron su pensamiento, que le aportaron elementos literarios que nunca abandonaría, M. H. de Longchamp nos señala varios3: la estrofa 40 de Cántico y la estrofa 1 de Llama a través del tema del centro del alma que la recoge por completo y el velo descorrido a la hora de la muerte. También recurre mucho a la imagen del cristal que difunde los esplendores de Dios, pero no es propia de Juan de la Cruz.



1 Aunque conocedor del Santo, también hay que decir que no supo aplicar a Isabel la doctrina referente a la Noche cuando ella recurrió a él en medio de las angustias y oscuridades que vivió durante su noviciado.
2 La fecha exacta de su entrada al Carmelo es el 2 de agosto de 1901.
3 Cf. M. H. DE LONGCHAMP, o. c., 122.

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